190. ESCAPANDO POR LOS PELOS
VICTORIA
Sin esperar su asentimiento, comencé a correr por encima de los tejadillos que soltaban tejas por tramos.
Siempre en la distancia segura de los jinetes.
Nos detuvimos sobre un edificio y pude ver a dónde se dirigían.
Unas macizas y gruesas murallas negras dividían esta zona decadente de otra.
No podía ver más allá, pero cuando las enormes y opresivas rejas se abrieron para esos lobos, el aroma que me llegó del otro lado en nada se parecía al tufo de aquí.
Descubrí algunas casas dentro de esas murallas, una ciudad próspera que se asentaba, protegida entre altas paredes.
Mientras aquí morían en la inmundicia, se notaba la buena vida del otro lado.
Las divisiones eran obvias, entre vampiros y hombres lobos.
¿Qué diantres estaba pasando aquí?
—Parece que distribuyen la comida por allí - Rousse me señaló en una dirección donde la gente se abarrotaba en una fila interminable.
En efecto, estaban dando algo de carne vieja a los vampiros que miraban con ojos codiciosos los trozos de c