103. DE INCÓGNITO
VALERIA
El mar era algo mucho más extraordinario de lo que imaginaba.
Criada siempre sin salir de las manadas, dentro del Reino de los Hombres Lobos, nunca tendría acceso a esta vista interminable de agua que se fundía en el horizonte con la oscuridad del cielo.
La luna brillaba sobre nuestras cabezas, mientras el viento y la magia impulsaban las velas hacia el sitio que el artefacto había marcado en el mapa que trajo el Rey Vampiro.
Me coloqué un chal por encima de los hombros y salí al pequeñito balcón de mi camarote.
No era el mejor, pero tampoco estaba mal, una camita contra una esquina, con una mesita redonda y una silla para tomar cualquier alimento.
Lo que más me gustó era la privacidad y este pequeño balcón que daba a la popa del barco y donde me encontraba de pie observando a las estrellas.
Cada camarote, cada tabla, cada clavo, el roce de las olas en el casco, todo lo podía sentir, esta embarcación avanzaba bajo mi voluntad y si no lo deseaba, nadie la hubiese movido de su s