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​​​​​​​*—Uriel:

Como era la hora del almuerzo, Uriel fue a un restaurante cerca de la firma, comió algo ligero y, cuando llegó el momento de regresar, volvió caminando hacia la oficina con paso tranquilo.

Entró silbando, de buen humor, saludando a algunos compañeros que se cruzaban en su camino mientras marchaba hacia su oficina, pero al llegar a su destino, notó algo extraño: Erik, que estaba en su escritorio justo fuera de la oficina, se levantó de golpe como un resorte. Su expresión era tensa, casi nerviosa.

—¿Pasa algo? —preguntó Uriel, frunciendo el ceño.

—Baja la voz —murmuró Erik, mientras lo apartaba de la puerta con urgencia—. Escucha, tienes un visitante.

Uriel arqueó las cejas, sorprendido.

—¿Un visitante? ¿Otra vez el señor Hahn? Ese hombre no se cansa…—comenzó a decir, quejándose, pero Erik le quitó las bolsas que traía en las manos—. ¡Oye! ¿Qué haces? —preguntó, confundido, al ver cómo Erik escondía las bolsas detrás de su escritorio.

—Todos saben que eres homosexual, Ur
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