*—Danny:
Uriel estaba extraño.
Desde hacía unos días, su amado actuaba de una forma distinta. No de forma brusca ni evidente, pero sí lo suficiente como para despertar en Danny una inquietud que no lograba apaciguar. Uriel seguía siendo cariñoso, seguía besándolo cada mañana antes de que él saliera al trabajo, seguía llamándolo “mi amor” en voz baja mientras lo abrazaba por la noche… pero había algo en su mirada. Algo ausente. Algo velado.
Danny quería creer que solo se trataba de estrés. Uriel lo había dicho en más de una ocasión: estaba revisando varios proyectos al mismo tiempo, reorganizando la firma, verificando el trabajo de sus colaboradores y haciendo ajustes en el presupuesto anual. Sí, eso podía ser, pero Danny lo conocía demasiado bien. Sabía cuándo Uriel se esforzaba por fingir que todo iba bien, y esta era una de esas veces.
Lo conocía en sus silencios, en las pausas entre palabra y palabra, en la forma en que se quedaba mirando la pantalla del móvil sin realmente leer na