*—Uriel:
Si fuera por él, se habría quedado en la cama con Danny todo el fin de semana. No había nada más tentador que el calor de su cuerpo, su respiración tranquila y ese leve ronquido que Uriel juraba que nunca admitiría que encontraba adorable, pero no podía. A pesar de que era sábado y estaban técnicamente libres, tenía que supervisar personalmente un proyecto que le importaba más de lo que admitía, incluso si no era uno de sus habituales.
A regañadientes, había abandonado la cama cálida y el aroma a sábanas revueltas, para ir a su propio piso y ducharse con rapidez. Mientras el agua recorría su espalda, pensaba en cuánto odiaba separarse de Danny, incluso por unas horas. Antes de irse, le prometió que volvería para el almuerzo, aunque, con Erik a su lado, dudaba que pudiera escabullirse con facilidad. Su asistente era más insistente que una madre sobreprotectora.
Tras tomar un desayuno ligero en una cafetería cerca de la plaza, llegó al lugar donde lo esperaban. Era un local com