*—Danny:
Nunca pensó que volvería a tener al amor de su vida en sus brazos otra vez.
Cuando terminaron hace veinte años, luego de ser pillados in fraganti en un momento íntimo por los padres de Danny, este pensó que su mundo se había derrumbado. Ser descubierto, humillado y obligado a separarse de Uriel, el chico que había amado con una intensidad adolescente y visceral, fue como morir por dentro.
Durante los años siguientes, Danny intentó rehacer su vida. Se casó. Tuvo un hijo. Por momentos creyó haber encontrado una suerte de felicidad tranquila, domesticada, pero nunca fue lo mismo. Nada lo llenaba del todo. Porque el recuerdo de Uriel, la piel de Uriel, la risa de Uriel... seguía allí, tatuada en su alma como una herida que no cerraba.
Y ahora lo tenía otra vez.
Miró a Uriel acostado boca abajo en su cama, desnudo, con la sábana apenas cubriéndole los muslos. Su cuerpo estaba lleno de marcas recientes: mordidas suaves en los hombros, arañazos leves en los costados, besos violetas