Me lanzo sobre él, odiando la manera en que nos ha dado este susto. No puedo dejar de llorar y él ríe débil por mi estado.
-Tranquila, estoy bien. Solo me desmayé cuando me ingresaron, nada más.
-Señorita, el joven está bien aparentemente. Le haremos exámenes para ver que todo esté en orden y podrá ir a casa – me dice el doctor -. Ya está con su acompañante, así que lo dejo en buenas manos, en unos minutos vendrá un paramédico a tomar las muestras y a llevarlo a la sala de espera.
El hombre nos sonríe y se va. Estas salas están interconectadas por un pasillo, las separan paredes de concreto nada más. Lo miro, le acaricio el rostro y se me hace extraño verle con esa barba.
-¿Segura que te gusta?
-Sí, es solo que te hace ver mayor. Ahora sí que nos verán raro – nos re&iacut