SAMIRA
No estaba del todo dormida cuando llegó el golpe en la puerta.
Sentándome, me apresuré hacia la puerta del dormitorio. Mi intuición decía que era Caine, tenía que serlo, pero aun así eché un vistazo por la rendija para asegurarme. Sus ojos estaban cálidos al verme; no podría haberlo detenido si hubiera querido.
—Es tarde —susurré, dejándolo entrar—. Me preguntaba si vendrías a verme. Mira mi cama elegante. No es tan buena como la del jardín-prisión, pero aun así.
Caine estaba borroso entre las sombras; me tomó un minuto darme cuenta de que no llevaba pijama como yo, sino la misma ropa que antes… zapatos incluidos.
Nerviosa, pregunté: —¿Qué pasa?
Recogiéndome en su abrazo, posó sus labios sobre los míos. Fue dulce y suave; mi centro comenzó a derretirse. —Acabo de tener una charla muy larga que me abrió la mente.
¿Con quién habría hablado? Me pregunté. Pasando mi mano por su mejilla, traté de leer su sonrisa; ¿por qué parecía listo para empezar a correr alrededor de la habitació