Daniela se tranquilizó un poco: —Pasa.
La puerta se abrió y Nicolás entró.
La atmósfera era muy incómoda, muy delicada.
Aunque ninguno de los dos lo mencionara, nadie podía olvidar lo que acababa de pasar.
Nicolás entró al cuarto y se acercó a ella: —Perdón, hace un momento no toqué la puerta.
Daniela: —No importa, ¿necesitas algo?
Nicolás: —¿Olvidaste nuestro acuerdo de antes? Tengo que venir a ver al bebé todos los días.
Daniela no lo había olvidado. Pensaba que él se olvidaría, después de todo ahora tenía a Samantha a su lado.
Se había ido con Samantha, pensó que no vendría.
Daniela asintió: —Ah, entonces ve.
Daniela apartó las manos, exponiendo su vientre.
Nicolás lentamente se agachó frente a ella. Sus dedos largos y fuertes se posaron en su vientre.
Preguntó con voz profunda, magnética y grave: —¿El bebé se portó bien hoy?
Daniela asintió: —Muy bien.
—Entonces ¿por qué no tienes buen apetito? Dijeron que no comiste mucho.
Cuando regresó había preguntado a la empleada sobre su ali