Durante este mes Daniela había vivido como en una neblina, con la cabeza llena de pensamientos sobre Nicolás. Ni siquiera había pensado en su menstruación.
Su período siempre había sido muy puntual, pero esta vez se había retrasado un mes.
Daniela recordó que las veces que ella y Nicolás habían estado juntos no habían usado protección. Él tenía muchas ganas de casarse y tener hijos, a ella también le gustaban los niños, los dos habían dejado que las cosas fluyeran naturalmente. ¿Acaso estaba embarazada?
Daniela no se atrevía a contarle esto a su mamá para no preocupar a sus padres.
—Mamá, últimamente no tengo mucho apetito. Tal vez estoy muy cansada, no quiero comer cosas grasosas.
Yazareth le sobó la espalda a su hija con cariño.
—Entonces voy a hacerte un caldo nutritivo.
Daniela asintió.
—Gracias, mamá.
Yazareth se fue a la cocina. Daniela inmediatamente se levantó, salió de casa y fue a una farmacia cercana.
La dueña de la farmacia la miró.
—Señorita, ¿qué quiere comprar?
—Señora,