—Señor Duque, gracias. Sin usted, este asunto no se habría resuelto tan perfectamente.
Daniela expresó su gratitud con sinceridad.
Nicolás la miró.
—Señorita Paredes, ¿realmente quiere agradecérmelo?
Daniela asintió.
—Sí, se lo agradezco.
Nicolás dio un paso adelante, acercándose a ella.
—Señorita Paredes, entonces esperaré su agradecimiento.
Su agradecimiento sería...
El rostro de Daniela se sonrojó instantáneamente.
Nicolás abrió la puerta del copiloto.
—Señorita Paredes, suba. La llevaré a casa.
Daniela subió al coche. Nicolás ocupó el asiento del conductor, pisó el acelerador y se alejaron a toda velocidad.
Media hora después, el lujoso automóvil se detuvo frente a la mansión de los Luna. Daniela se desabrochó el cinturón de seguridad.
—Señor Duque, entonces me voy a casa.
—De acuerdo —respondió Nicolás—. Esperaré la llamada de la señorita Paredes. No olvide nuestro acuerdo.
Le estaba recordando su promesa.
Daniela bajó rápidamente del coche y entró en la mansión. Aunque no miró at