Marcela tiró a Catalina al suelo y comenzó a golpearla con puños y patadas.
Catalina, mientras era brutalmente golpeada, empezó a suplicar: —¡Basta! ¡Me duele mucho... paren ya!
Héctor intervino: —Que alguien la detenga.
Varios guardaespaldas vestidos de negro entraron y sujetaron a Catalina.
Marcela abrazó a Ángel y lloró desconsoladamente: —¡Ángel! ¡Ángel! Te has ido antes que yo, tu madre. ¡Qué desgracia para nuestra familia!
...
Los Méndez comenzaron a ocuparse de los preparativos funerarios de Ángel. Mientras tanto, Luciana estaba muy inquieta porque temía que Catalina pudiera revelar algo, ya que seguía bajo la custodia de Héctor.
Luciana fue a buscar a Héctor, quien estaba en su despacho hablando con su mayordomo.
Rápidamente, Luciana se escondió fuera de la puerta para escuchar. Oyó a Héctor preguntarle al mayordomo: —¿Catalina ha confesado algo?
El mayordomo informó en voz baja: —Esta Catalina es muy obstinada, no quiere decir nada, pero las huellas dactilares en el cuchillo s