Los ojos de Diego estaban inyectados en sangre. Bajo el consuelo suave y delicado de la chica, gruesas lágrimas comenzaron a caer una tras otra.Extendió los brazos y abrazó fuertemente a Daniela. El joven lloró desconsoladamente, su voz entrecortada: —Daniela, ya no tengo madre, ya no tengo ni padre ni madre.
Daniela también lo abrazó con fuerza. Era la primera vez que él exponía su vulnerabilidad y fragilidad ante alguien, la primera vez que lloraba frente a otra persona.
Daniela asintió: —Lo sé, Diego, pero todavía tienes a Diana, y también me tienes a mí. Yo siempre, siempre estaré a tu lado.
Mientras decía esto, Daniela se puso de puntillas, tomó el rostro de Diego entre sus manos y depositó un beso en su frente.
Un beso en la frente, la máxima expresión de ternura y compasión.
Diego volvió a estrecharla entre sus brazos.
...
Diego tuvo que marcharse, no tenía opción. El hospital se encargó de los preparativos fúnebres de Sandra, y Daniela y Diana regresaron con sus cenizas.
Daniel