Los Méndez querían quemar incienso para su padre.
Valentina no se negó. Marcela lideró al grupo mientras encendían incienso, y luego se inclinaron ante la lápida de Alejandro:
—Alejandro, tu madre ha venido a verte.
Ángel también se inclinó:
—Alejandro, he venido a verte.
Fabio hizo lo mismo:
—Alejandro, he venido a verte.
Todos colocaron el incienso frente a la lápida de Alejandro.
Marcela miró a Valentina:
—Valentina, después de todo somos familia. Aunque Alejandro era mi hijo adoptivo, me llamaba madre. Una familia no debería llevarse al extremo la venganza. Aquí, frente a la lápida de Alejandro, ¿podemos hacer las paces?
Marcela quería una reconciliación.
Valentina sonrió con frialdad. Su mirada cristalina recorrió a Marcela:
—Sí, mi padre te llamaba madre. ¿Qué clase de madre mata a su propio hijo con sus propias manos? Ustedes mataron a mi padre y ahora, frente a su tumba, ¿tienen la desfachatez de querer hacer las paces conmigo?
Mientras hablaba, la mirada de Valentina se desliz