Parte de la arrogancia de Luciana venía del respaldo de Mateo, la había malcriado con sus atenciones.
Valentina sonrió con amargura:
—Fausto, ¿qué pasó hoy exactamente? ¿Le enviaron algo a la abuela?
Fausto sacó la fotografía, efectivamente, mostraba a Mateo y Luciana bailando en el bar la noche anterior.
—Señora, esta mañana alguien envió esta foto a la señora. Revelando el romance de su esposo con Luciana. Y ella se enojó tanto que mandó buscarla inmediatamente.
Comprendió que Dolores realmente quería y se preocupaba por ella, no soportaba verla sufrir ni el más mínimo agravio.
—Fausto, ¿quién crees que envió la foto? —preguntó, pensativa.
—No lo sé. Pero quien haya revelado el romance entre ellos, debe estar de su lado, señora.
Valentina sonrió con ironía. No era de extrañar que Mateo no le creyera; todos pensaban lo mismo. Ella era la única beneficiada por esta situación y, si no había sido ella, debía ser algún amigo que pensó que podía usar a Dolores para castigar a Luciana.
—Mat