Mauro se dio vuelta y vio el bello rostro de Mariana.
Sus ojos se iluminaron: —¿Mariana? ¿Qué haces aquí?
Mariana llevaba una blusa blanca y azul con cuello marinero y una falda negra corta que resaltaba perfectamente su figura curvilínea. Se paró con gracia frente a Mauro, juntando sus hermosas piernas, y sonrió dulcemente: —Mauro, hoy me dejaste subir a tu coche para resguardarme de la lluvia. Ahora te protejo con mi paraguas y estamos a mano.
Mauro sonrió.
—Mauro, ¿tienes una cita? Te dejo el paraguas y me voy.
Mariana se dio la vuelta para marcharse.
Pero después de dar un paso, de repente se torció el tobillo y soltó un quejido de dolor.
—¿Mariana, qué te pasa? —preguntó Mauro con preocupación, acercándose rápidamente.
Los ojos de Mariana ya se habían llenado de lágrimas por el dolor, mostrándose vulnerable y desamparada: —Me torcí el tobillo... Duele mucho...
—Te llevaré a la enfermería para que te atiendan.
Mauro la levantó en brazos.
Mariana levantó su hermoso rostro hacia él: