Valentina estiró su mano para tocar el rostro de Mateo.
Pero sus delicados dedos blancos fueron atrapados de golpe. Mateo abrió sus ojos somnolientos.
Besó su mano y la miró:
— ¿Despertaste?
Su voz recién levantada sonaba magnética y ronca.
Mirándola con ternura.
Valentina, con su rostro sonrojado, dijo:
— Ya es tarde, debemos levantarnos.
Mateo la abrazó:
— Aún quiero dormir un poco más.
Pero Valentina se incorporó:
— No, esto es un dormitorio de chicas. Cuando todas despierten nos verán. ¡Tienes que irte rápido!
Mateo la miró con picardía:
— ¿Después de dormir juntos anoche, me echas a la mañana siguiente? Valentina, ¡qué práctica eres!
Valentina lo miró con exasperación.
Lo fulminó con la mirada y se levantó de la cama.
Pero apenas se puso de pie, su cuerpo resbaló hacia el suelo.
— ¡Ah! —exclamó.
No cayó gracias a un brazo fuerte que la sujetó de la cintura, levantándola en brazos.
— ¿Estás bien? —preguntó Mateo.
¿Cómo iba a estar bien?
Valentina le dio un puñetazo en el pecho.
Su