Luciana apretó los puños con tanta rabia que sus uñas se clavaron en sus palmas sin que sintiera dolor.
Catalina, con el rostro sombrío como agua turbia, miró a Aitana arrodillada.
—¿Eso es todo lo que sabes hacer? Si no puedes lidiar con Valentina, entonces no tienes razón para seguir existiendo.
Aitana se apresuró a responder:
—¡Puedo hacerlo! ¡Ya he pensado en un nuevo plan para enfrentarme a Valentina!
Catalina resopló con desdén.
—Entonces veamos tu actuación. Puedes irte.
Aitana huyó despavorida.
—Mamá, ¿por qué dejaste ir a esa impostora?
Catalina sonrió enigmáticamente.
—Luciana, el señor Figueroa aún no sabe que la mujer de aquella noche fue Valentina. Podemos aprovechar este tiempo, antes de que descubra la verdad, para dejar que Aitana se ocupe de Valentina. Nosotras solo tenemos que esperar y recoger los frutos.
Luciana se calmó. Era cierto, Mateo todavía no sabía que la mujer de aquella noche había sido Valentina.
Aún había tiempo.
—Mamá, qué inteligente eres.
Catalina abr