Luis tenía el rostro lleno de interrogantes:
—...Rosa, mejor no duermas en el sofá. ¿Por qué no duermes entre nosotros dos?
Rosa respondió:
—Eso no estaría bien.
—Tú misma sabes que no está bien. ¿Cómo vamos a tener un hijo con tu presencia? El viejo no querrá que nos den instrucciones, ¿verdad?
Rosa admitió:
—...Dormir aquí realmente no parece apropiado. Entonces, señor, señora, ¡ánimo!
Rosa salió.
Ahora solo quedaban Luis y Sara en la habitación. Luis dijo:
—El viejo está vigilando, así que tenemos que dormir en la misma habitación. ¿No hay problema, verdad?
Sara extendió la mano y se quitó el abrigo blanco. Debajo llevaba un vestido. Negó con la cabeza:
—No hay problema.
Luis le echó un vistazo. El vestido ceñía su cintura, haciéndola lucir especialmente esbelta. Luis apartó rápidamente la mirada:
—Esta noche yo duermo en el sofá y tú en la cama.
Sara lo miró:
—Rosa nos está vigilando constantemente. Esta noche durmamos juntos en la cama.
Luis no esperaba que fuera tan directa. Se e