Él aún quería llevarla a casa.
Valentina extendió la mano y abrazó a Mateo.
Mateo apretó los brazos, con tanta fuerza que quería fusionarla en su sangre y huesos, para nunca más separarse de ella.
Pero tenían que separarse.
Ella no podía ir a casa con él.
Él podía no cuidar su propio cuerpo para venir a buscarla, pero ella no podía verlo hundirse.
—Mateo, ¡me voy! —dijo Valentina.
Valentina lo soltó, abrió la puerta del auto, se bajó y se fue.
—¡Vale! —gritó Mateo.
Mateo también se bajó del auto, la llamó.
Pero Valentina no se detuvo, se fue sin mirar atrás.
Mateo entrecerró sus ojos apuestos y se apoyó decaídamente contra el auto, sacó un cigarrillo y lo encendió.
En ese momento el secretario se acercó —Presidente, ¿a dónde vamos ahora?
Mateo dio una calada al cigarrillo y luego exhaló lentamente, no dijo nada.
...
Valentina ya había recibido una llamada de Sofía en el camino a casa.
Sofía la llamó con voz dulce y mimosa —Mami~
Valentina estaba muy agradecida con Katerina. Durante est