Esta vez Luciana no estaba fingiendo; realmente le dolía. Grandes gotas de sudor frío rodaban por su frente.
Pero esta vez Mateo la ignoró. Era como el niño que había gritado tanto "lobo" que ya nadie le creía.
Valentina se acercó a Luciana y la miró desde arriba: —Luciana, deja de soñar, ¡jamás pensé operarte!
Luciana reaccionó rápidamente: —Ya entiendo, todo esto es tu conspiración. Siempre supiste que estaba suplantando tu identidad, fingiste acceder a darme la operación, pero en realidad trajiste a este Fausto para exponerme, ¿no es así?
Valentina curvó fríamente sus labios: —Luciana, no eres tan tonta después de todo. Así es, hoy todo fue planeado por mí. Quería desenmascararte y revelar la verdad de lo que pasó aquellos años.
Luciana replicó: —Valentina, eres muy cruel. También llevas el apellido Méndez, ¿por qué me haces esto?
Valentina se rio con frialdad: —¿Cruel yo? ¿Ahora recuerdas que soy una Méndez? ¿Dónde estabas antes? ¿Cómo es que ustedes pueden lastimarme pero yo no pu