Daniela intencionalmente levantó la mano para que él viera su muñeca vacía.
Nicolás se quedó perplejo:
—¿Qué dijiste? ¿Yo le compré una pulsera de diamantes a Samantha?
—¿Acaso no fue así? Esa pulsera de diamantes debe haber sido muy costosa. No esperaba que el señor Duque fuera tan generoso.
Nicolás se quedó sin palabras:
—No tengo ni idea sobre ninguna pulsera de diamantes. ¿Quién te dijo que yo le compré una pulsera?
Daniela lo miró. ¿Qué quería decir? ¿Acaso no le había comprado una pulsera de diamantes a Samantha? ¿Cómo era posible?
—Señor Duque, si la compraste, la compraste. Si no la compraste, no la compraste. ¿Por qué tienes que mentir?
—Exacto, si la compré, la compré. Si no la compré, no la compré. No la compré, ¿por qué tendría que admitirlo? Escúchame bien: nunca le he comprado ninguna pulsera a Samantha.
Daniela se quedó atónita. Miró a Nicolás, tratando de encontrar en su rostro algún rastro de mentira.
Pero el rostro de Nicolás no mostraba ninguna fluctuación emocional.