Era poco más de las seis y media de la tarde, cuando Leonard llegó a su mansión, después de haberse reunido con Patricia en la ciudad.
Arnoldo abrió la puerta del automóvil y él se bajó observando algo que llamó su atención.
La hermosa mujer con un vestido corto, blanco, volado y escotado que caminaba por los arbustos florales, luciendo su cabello castaño en una trenza, reía a carcajadas mientras platicaba con la sirvienta que él dejó para su cuidado.
Leonard sonrió en ese instante, sintiendo que hizo bien al contratar a una mujer de una edad similar a la de su prometida que al parecer le hacía buena compañía.
Lentamente, se acercó a ellas, Clarisa quien fue la primera en notarlo le hizo un gesto a Samantha que de inmediato se giró para quedar frente a frente con ese alto hombre.
— Cariño, me alegra que estés mejor. — Dijo el con un tono de voz pacífico mientras su mirada azul se posaba en la de Samantha.
— ¿Mejor? Si… Quizá un poco… — Respondió algo cortante.
Samantha no podí