Su rostro colorado me hace sonreír, sé que soy un cabrón desgraciado, pero es mía y hoy va a suceder. Cuando llegue a Manhattan van a castrarme, pero valdrá la pena; ella lo vale.
— ¿Quieres conocerlo? – asiente con el labio inferior mordido. Esto va a ser un espectáculo.
— ¡Sácalo por favor! – niego.
— ¡Libéralo tu Pecosa! – Beso sus labios deliciosos y agarro el bajo de su camiseta — Yo hago lo mío tú haces lo propio con lo tuyo ¿sí? – sonrío para que confíe en mí aunque soy una mierda.
Saco su camiseta y respiro fuerte al mirar sus preciosos senos, redondos, gorditos y con unos pezones tan claros que parecen transparentes. Estoy haciendo todo lo posible para no lanzarme sobre ella a comérmelos ¡p