Perspectiva de Edward Valmont
Son más de las cuatro. El reloj digital sobre el escritorio cambia los minutos con una lentitud exasperante. Miro la pantalla del móvil por cuarta vez, sin notificaciones nuevas. Ningún mensaje. Ninguna llamada.
Cassian Harrington se fue hace horas sin decirme nada. Solo recibió esa llamada urgente y salió de forma abrupta. Sin decir una sola palabra sobre lo que había venido a decirme. Me cruzo de brazos pensando que si era tan importante, habría insistido. Habría pedido una nueva cita. Habría hecho algo. Pero no. Solo se fue. Y la verdad, me da igual.
Porque desde que esa puerta se cerró, lo único en lo que puedo pensar es en Rossy.
En su boca, suave y seductora contra la mía. En su respiración temblorosa, en sus dedos desesperados por desabrochar mi cinturón. En cómo su voz dijo mi nombre como si fuese una súplica.
Podría haberla tenido.
Si no nos hubiesen interrumpido, habría tomado lo que ambos llevamos reprimiendo tres jodidos años. Habría hecho de