Capítulo 2: Un Trato, Una Noche

—¿Qué? —Lía lo miró impactada—. ¿Está usted jugando conmigo? ¿Acaso la señora Blake los envió a molestarme?

El hombre, que no entendía a qué se refería, negó con seriedad.

—Mi jefe me ha enviado por usted. Por favor, acompáñeme.

—¿Y si me niego? —Lía se soltó con brusquedad—. Aléjese de mí o gritaré.

El hombre miró a su alrededor. Nadie prestaba atención. Los clientes del antro estaban más interesados en sus bebidas que en lo que pasaba cerca de ellos.

—Entonces me veré en la obligación de llevarla en contra de su voluntad —respondió sin un solo cambio en el tono.

Lía tragó saliva. ¿La iban a secuestrar?

—Si quieren mis órganos, juro que no les servirán para nada —intentó marcharse, pero él volvió a sujetarla con fuerza por el brazo, dejándole claro que no tenía opción.

En ese momento, el hombre al que todos parecían temer se puso de pie. Era imponente, rubio, de mirada tan fría como el oro líquido. Ignoró las súplicas de las bailarinas que le ofrecían sus cuerpos y sus servicios con desesperación. Una de ellas, más atrevida, se atrevió a tocarlo.

Él bajó la mirada hacia su mano y luego hacia la mujer. Ella se apartó al instante, temblando.

—No me interesa ninguna —dijo con voz grave, sin mirarlas siquiera—. Todas están muy usadas. Quiero que cierren este lugar y que esa mujer desaparezca. Se atrevió a tocarme.

La orden fue suficiente. Nadie se atrevió a replicar.

Adrik Volkov, treinta y cinco años, cabello rubio, barba perfectamente recortada y ojos dorados capaces de hacer temblar hasta al más valiente. Hijo menor del poderoso clan Volkov, dueño de media Europa, temido por su crueldad, su control absoluto y su fama de ser despiadado. A su edad ya era el líder de la organización criminal más poderosa del continente y, aunque había nacido rodeado de privilegios, eligió ganarse todo con sangre y poder.

Lía apretó las manos mientras se sentaba en el asiento del pasajero de una camioneta negra con vidrios polarizados. Estaba aterrada y su respiración era un nudo en el pecho.

La puerta se abrió y un escalofrío le recorrió la espalda.

—Déjanos a solas —ordenó una voz profunda. Su corazón se aceleró—. Te avisaré cuándo volver.

—Sí, señor Volkov —respondió el hombre, saliendo al instante.

Lía no se atrevió a girar la cabeza. Sentía que si lo miraba, el mundo se acabaría.

—Dios… —murmuró cuando el auto se hundió un poco por el peso del recién llegado.

Se obligó a mirar y casi se desmaya. Era él. El rubio de ojos dorados. Gigante, intimidante… imposible de ignorar.

—Le dije a su hombre que no quiero nada con usted —balbuceó, tragando con dificultad—. Así que le pediré que me deje ir, o…

—Solo una noche —la interrumpió con voz grave, dominante—. Me darás tu primera vez… y yo te ofreceré cien mil euros.

Lía lo miró como si acabara de escuchar una locura.

—¿Quién pagaría tanto por acostarse con una mujer? —sintió que se burlaba de ella—. No voy a vender mi cuerpo como una prostituta. Yo…

—Necesitas el dinero —dijo él, seguro, sin apartar la mirada. Ella se congeló—. Tu abuela está en el hospital y tú estás desempleada y sin un centavo. —Le tomó la barbilla, obligándola a mirarlo—. Una noche. Nada más.

Lía se estremeció. Su jefa debía haberle contado, pero ¿Por qué? ¿Por dinero?

—¿Y quién me garantiza que no me secuestrará después? —intentó sonar firme, aunque su voz temblaba.

La risa de Adrik llenó el vehículo, grave, peligrosa.

—Tú elegirás el lugar —replicó—. Yo lo pagaré todo.

Ella apartó la mirada, jugando nerviosa con sus manos. Su abuela necesitaba la operación… No podía darse el lujo de decir que no. Cien mil euros cambiarían su vida y salvarían la de Evelyn.

—¿Solo una noche? ¿Sin trampas? —preguntó en voz baja. Él asintió con seriedad—. ¿Por qué yo?

—Porque tengo buen ojo —respondió con una media sonrisa—. ¿Ya sabes dónde?

Lía respiró hondo.

—Hay un hotel bastante lujoso al otro lado de la ciudad… el Golden.

—Perfecto. Soy dueño de ese hotel. —Llamó a su chofer—. Nikolai, al Golden.

El trayecto fue un silencio tenso. Cuando bajó, Lía sintió todas las miradas sobre ellos. Nadie se atrevía a dirigirle la palabra a Adrik. Era como si su sola presencia impusiera miedo.

Al llegar a la suite, Lía se quedó sin palabras. Era enorme, más que una casa. No tuvo tiempo de admirarla demasiado: él la tomó en brazos con facilidad.

—¡Ay! —chilló—. No soy una pluma. Suélteme.

—Eres mía —dijo con voz baja y como siempre peligrosa—. Ahora puedo hacer lo que quiera contigo.

Ella tembló. ¿Era cierto todo lo que decían de él? ¿Que dejaba a las mujeres sin poder caminar?

—¿Me va a hacer daño? —preguntó con un hilo de voz y lo miró a los ojos, asustada—. Yo… soy pequeña. Usted… —lo recorrió con la mirada. Era gigantesco—. Me podría destrozar.

Adrik sonrió con una perversa diversión.

—No te haré daño —dijo despacio—. No puedo prometerte que no te dejaré temblando… pero sí que te haré sentir bien.

Lía abrió los ojos de par en par, sorprendida por su sinceridad brutal y cuando él la besó, el mundo dejó de girar. Era su primer beso... torpe, inexperto e inocente.

—Lo siento… —balbuceó, agitada—. Es mi primer beso y no sé cómo…

No terminó. Adrik volvió a tomarla, esta vez con fuerza, y la devoró con un beso posesivo, hambriento.

Todo se volvió fuego. El agua de la ducha, sus manos y el roce de sus cuerpos. Lía no entendía cómo algo tan prohibido podía sentirse tan bien.

Adrik la observó con un deseo desbordado, era perfecta y demasiado pura.

—Ábrete de piernas —ordenó con voz ronca—. Confía en mí.

Ella, temblando, obedeció, cerró los ojos y su mundo cambió para siempre.

Horas después, Lía llegó al hospital corriendo abrazando el maletín con el dinero. Lo había conseguido, su yaya podía ser operada y salvada.

—Doctor, opérela, por favor—, se dirigió al doctor —Salve a mi abuela, tengo el dinero—. Suplicó.

El médico asintió, no preguntó nada, él tenía una vida que salvar.

Pero después de cinco horas, Lía vio al doctor volver con la mirada baja.

—Señorita Morgan… hicimos todo lo que pudimos, pero la señora Evelyn no resistió la cirugía.

El maletín cayó de sus manos y con él, el último pedazo de su corazón.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP