Cuando Faustino regresó con la medicina, Daniela, sonrojada, le contó en voz baja sobre el asunto.
—Faustino, mi padre va a venir, dice que quiere conocerte.
—¿Ah, conocerme? —Faustino se quedó visiblemente perplejo.
—Sí, quiere evaluarte. Si le agradas, podremos estar juntos.
Daniela no apartó los ojos de Faustino mientras hablaba.
—Eso... eso es maravilloso —respondió Faustino con una sonrisa algo forzada.
—Faustino, pareces no estar muy contento, ¿acaso no quieres estar conmigo?
El corazón de Daniela se encogió, perdiendo toda esperanza.
—¡No es eso! Es solo que estoy un poco nervioso. ¡Sería terrible si no le agrado a tu padre!
Faustino suspiró fingidamente.
¡No estaba nervioso en absoluto, sino preocupado porque tenía tantas bellezas esperándolo en casa!
Esto era como conocer a los padres de Daniela, y si las cosas se formalizaban, con el poder de los Ruvalcaba, ¡seguramente descubrirían a las otras mujeres en su vida!
Cuando Daniela lo supiera, ¿no lloraría? ¿No lo odiaría?
No, ¡