—Pensándolo bien —dijo Antonio intentando parecer sincero—, hemos dedicado nuestra vida entera a Biovida. En vida y muerte pertenecemos a esta empresa. Fue un error marcharnos así.
—Reconocemos profundamente nuestros errores —añadió Leonardo con voz arrepentida—. Queremos volver a la compañía.
Antonio dijo con aparente sinceridad:
—Entonces... ¿podrían devolvernos las acciones?
Antonio y Leonardo se humillaban.
No porque reconocieran sus errores, sino porque no podían resistir la tentación del dinero.
Faustino y Ximena lo sabían perfectamente.
Los accionistas alrededor miraban con desprecio a Antonio y Leonardo.
Ximena los miró con desdén.
Sentía náuseas.
Su hermoso rostro se volvió frío como la escarcha.
—¡Hmph... qué par de sinvergüenzas!
—Antes se negaron a firmar el contrato y quisieron vender sus acciones de Biovida, ahora quieren recuperarlas. Nunca había visto gente tan repugnante.
—¿Ahora sí se atreven a decir que son gente de Biovida?
—¿Creen que Biovida es un lugar donde pued