Faustino respondió brevemente y colgó el teléfono, asumiendo el papel de gerente ausente. Después del desayuno, Lara sugirió:
—Deberíamos regar el huerto. Iré a hacerlo ahora mismo—dijo.
Faustino asintió.
—El huerto es bastante grande, iré a ayudarte—dijo.
Rosalba también se ofreció:
—Yo también ayudaré—dijo.
Faustino se mostró algo preocupado:
—Rosalba, con tus ojos…—dijo.
—No te preocupes—respondió Rosalba, tomando la mano de Faustino y sonriendo con ternura.
En el huerto, Faustino, siendo el más fuerte, se encargó de llevar el agua. En poco tiempo, trajo varias cubetas. Rosalba, Lara y Victoria ayudaron. Sin embargo, Rosalba, al no estar familiarizada con el huerto y su exuberante vegetación, tropezó con una rama mientras regaba, cayendo al suelo. El cubo se volcó, salpicándola de agua y barro.
—¡Ay!—exclamó.
Faustino dejó caer sus cubetas y corrió hacia Rosalba para ayudarla a levantarse, limpiándole cuidadosamente la cara y el cuerpo con pañuelos de papel. Le dolía verla así.
—Ros