En realidad no hacía falta que los empleados llamaran a nadie, los gritos de Adrián como cerdo en el matadero ya habían atraído al gerente de la tienda.
Era un hombre de unos cuarenta años que, con un gesto, llamó a todos los empleados de la tienda.
—¿Qué mocoso viene a causar problemas en nuestra tienda? —al ver llegar al gerente con la gente, Adrián inmediatamente sintió que tenía respaldo y le gritó a Faustino: ¡Suéltame ya!
—¡O te haré pagar las consecuencias!
Faustino ignoró a Adrián y se dirigió al gerente:
—No vine a causar problemas.
—Fue su empleado quien me provocó deliberadamente e insultó, por eso reaccioné.
—¿Es esto cierto? —el gerente frunció el ceño y miró a Adrián cuestionándolo.
—¡No!
—¡Gerente, no escuche sus mentiras!
—¡Simplemente no puede pagar la ropa y vino a causar problemas, por eso quería echarlo!
—Joven, fuiste tú quien agredió primero. Sin importar si viniste a comprar ropa o no, discúlpate primero con nuestro empleado —el gerente claramente eligió defender