—¿De qué hablas? Explícate mejor —inquirió Rebeca tratando de bajar el calor de la conversación.
—¿De qué hablo? ¡Sé los voy a decir! Ese demonio que ha estado acosando a Margot se llama Arturo y es el mismo ser que ha estado persiguiéndome desde niña, y que por desgracia lo traje conmigo al internado. ¡Él es mi sombra y mi maldición!
—Hija, perdóname, pero necesito abandonar esta habitación, ya no puedo soportar más —la paciencia de mi padre se rompió delante de mí, y la decepción le cubrió toda la cara, haciendo que mi dolor se prolongara.
—¡Nunca has tenido paciencia conmigo, hazlo!
—¡No quiero fallarte! Sin embargo, si permanezco en lugar de ayudar, voy a empeorar la situación —y con esas palabras salió de la habitaci&oa