«Capítulo Duodécimo»
«Capítulo Duodécimo»

Me bajo cautelosa, sacudo la capa con mis manos, revisó el estado de él antes de preocuparme por el mio. Velkan, tiene un pequeño agujero en el costado derecho de su cuerpo, voy con cautela y tocó la herida. Gruñe.

—Te ayudaré —. Acaricio su pelaje. Mis manos son pequeñas a comparación de su gran cabeza, los dientes son enormes, podría devorar de un mordisco mi cuerpo delgado, escuálido. —Tengo algunas hierbas de utilidad en la torre.

Me sigue, vamos lento hacia arriba y le extiendo una manta cuando se deja caer en el suelo, se transforma debajo de esta. Ignoro el escozor, la piel de gallina acompañada de un escalofrío al regresar a su forma humana.

—Anna… ¿Por qué has dejado que los aldeanos vean tus poderes?

Abro un frasco de forma lenta, llevo un par de cucharadas al cuenco donde voy a machacar todo. — No es que tuviera alguna opción —, Suspiro con desdén. —Intentaron violarme. No sé… Además, ese hombre iba a lastimarme y te habría matado de ser así.

—No
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