Ni siquiera quería pensar en todo lo que estaba sucediendo, tan sólo quería abrazar a la única persona que podría ayudarme a recomponer la vida que María Antonieta había destruido, llamaba, con insistencia a la casa de Colette, con el chófer esperándome abajo, asegurándome que no me dejaría sola, que debía ir a la revista.
La puerta se abrió, y apareció un hombre con aspecto desmejorado, vistiendo una camiseta de rayas y unos pantalones anchos junto a una bata entre abierta, tenía la boca mojada, y apestaba a alcohol.
¡Dios! Aquello se ponía cada vez peor. ¿Cómo iba a encontrar a la abuela y a Colette? Cada vez que intentaba avanzar la puerta se me c