Dos años atrás
Liam
No me pareció justo ese castigo, además Milena no había dejado de llorar, tampoco me permitieron consolarla. Miré a papá, ¿por qué castigará a los buenos?
—Liam cálmate. —Inés me tomó de la mano. La miré—. Deja de poner la boca como pico de pollito.
—No es justo.
—Pero cometieron un error.
—No fueron ellos. Y mi prima no deja de llorar. Milena nunca llora, ella es igual de sentimientos firmes y fuertes como los de Dante.
—En el fondo, Milena nos demuestra que sí tiene corazón.
Digan lo que digan, no me gusta verla así. Me aferré a la mano de Inés. Se siente muy pequeña. Miré la unión de nuestros dedos y me agradaba la sensación de vernos así.
» ¿Qué pasa?
—Son pequeñas.
—¿Vas a comenzar con mi estatura? —Acomodé mis gafas, negué.
—Es solo que se sienten pequeñas en mis manos.
Sus ojos brillaron y se le hicieron de nuevo esos hoyuelos en las mejillas. Se me había pasado un poco el mal humor. Tenían unos veinte minutos de haber iniciado el recorrido de ir y venir. No