"No... pues no tengo ni idea." balbuceé mientras él me recorría el cuello con besos lentos, cada uno como una chispa que prendía alguito muy dentro de mí.
"Yo tampoco." alcanzó a decir entre jadeos, mientras su mano subía poco a poco por mi entrepierna. Esa confesión me tranquilizó, y en ese momento me abracé a la idea de explorar, de descubrir un mundo nuevo junto a él.
Sus dedos parecían eléctricos, cada que los sentía, me erizaba. No podía evitar sentirme así. Justo cuando iba a tocarme ahí donde más deseaba, se detuvo y retrocedió un poco.
Yo lo miré, preocupada.
Sus ojos pasaron de un negro profundo a su color de siempre. Algo en él estaba peleando por salir, su lobo estaba rugiendo desde adentro. Pero con muchísimo esfuerzo logró dominarlo, aunque respiraba agitado.
"Perdóname, Jo. No quiero forzarte." dijo, y aunque me gustara que fuera despacio, una parte de mí deseaba justo lo contrario.
Yo quería más. Quería que lo nuestro llegara más lejos. Se me escapó una risa, un poquito