De repente, Luis comprendió el lugar que Samuel ocupaba en el corazón de ella.
Samuel era el hombre al que había amado con dedicación durante ocho años, del tipo que diez Ivánes no podrían igualar.
Elia habló en voz baja:
—Come primero, voy al baño.
Luis tenía algunas palabras desagradables en mente, pero las tragó.
...
En el baño, el grifo dorado estaba abierto, el agua corría con estruendo.
Elia estaba frente al lavabo, lavándose las manos muy lentamente. La persona en el espejo tenía los ojos algo enrojecidos, después de todo se sentía defraudada por esos ocho años de juventud.
Después de lavarse las manos, se preparó para salir.
La puerta se abrió con un chirrido, quien entró no era cualquier persona, sino la prometida de Samuel, Esmeralda.
—Señorita Elia.
Esmeralda ya no era la misma de antes, se consideraba del mismo nivel social que Elia. Ya no tenía que esconderse en su pueblo natal manteniendo un perfil bajo, tenía suficiente confianza para conversar casualmente:
—En realidad,