Al caer la noche, en el apartamento, las cortinas blancas frente a los ventanales fueron levantadas por la brisa nocturna.
Jazmín había sido cargada de regreso por Theo. La joven mantenía la cabeza baja, recostada en el hombro del joven, con aire mimoso y delicado.
Theo bajó la cabeza y preguntó muy tiernamente:
—¿Todavía estás avergonzada?
Jazmín no quiso responder, lo abrazó más fuerte, no dejándolo ver su rostro.
Theo se rió bajito, ya no la molestó más, la puso en el sofá de la sala de estar del cuarto de huéspedes. Se inclinó apoyándose en el sofá, atrapando a Jazmín entre él y el respaldo del sofá. Como tenía la cabeza baja, su cabello negro le caía sobre la frente, añadiendo un toque de madurez y sensualidad. La miró fijamente, con voz completamente ronca:
—Primero cámbiate el vestido de gala y quítate el maquillaje. Voy a la cocina a prepararte algo para cenar.
Después de decir esto, le pellizcó suavemente el brazo delgado:
—Estás muy flaca.
Jazmín se mordió el labio y dijo mim