Esa noche, en la habitación VIP de maternidad del hospital.

Lucas regresó un poco tarde, aproximadamente a las diez. Los adultos y el niño aún no se habían dormido, pero Carla había sido llevada por su hermano Theo porque Jazmín la extrañaba.

En la habitación, un ambiente cálido, aún con ese aroma dulce a leche tan agradable.

La luz era amarillenta, Susana recostada en la cabecera de la cama, alimentando a Dalia. En la tranquilidad se escuchaban los sonidos golosos de deglución del pequeño bebé, a veces impaciente, haciendo que el hombre relajara el ceño y su nuez de Adán se moviera involuntariamente.

Esta noche, solo estaban los tres de la familia.

El hombre observó desde la puerta un rato, cerró suavemente la puerta, se acercó a la cama y se sentó. Sus ojos negros miraron a la mujer, su voz increíblemente suave:

—¿Héctor vino hoy?

Susana se giró un poco hacia un lado, evitando la incomodidad.

Murmuró:

—¿Te lo dijo Carla o tienes espías?

Lucas sonrió con los ojos:

—¿Qué espías?

Susana