Por la mañana, la lluvia se detuvo.
Cuando Susana despertó, estaba en el hospital.
La habitación VIP individual de color rosa pálido no tenía el olor punzante de medicamentos, sino una ligera fragancia floral y ese aroma dulce característico de los bebés. Al bajar la mirada, una pequeña cosita rosada estaba acurrucada en sus brazos, mamando con mucha destreza.
En todo el amplio espacio se escuchaban sonidos de succión, como un cerdito comiendo.
Dalia tenía restos de leche en los labios. Se parecía aún más a un cerdito.
Al lado de la cama, Jazmín y Carla estaban recostadas, ambas con caras de asombro. Jazmín le preguntó a Carla:
—¿Tú también eras así de tierna cuando eras pequeña? Como un cerdito.
Carla con cara de confusión, negó con la cabeza:
—Hay que preguntarle a Theo.
En ese momento, Melisa había muerto por complicaciones en el parto, Carla no tuvo la oportunidad de ser un cerdito, pues desde que nació tomó leche de fórmula.
Theo estaba sentado lejos, sin palabras ante este tipo d