Después de enviar el WhatsApp, Susana dejó caer el teléfono y permaneció recostada en el respaldo del asiento, contemplando la noche en silencio.
Tras un largo rato, sus ojos se humedecieron—
Cuántos años habían pasado, y aún no podía dejarlo ir.
No supo cuánto tiempo transcurrió hasta que finalmente se incorporó suavemente, dispuesta a encender el auto y regresar a casa.
Alguien tocó la ventanilla dos veces, acompañado de una voz que no había escuchado en mucho tiempo:
—Susana.
A través del cristal oscuro del auto, Susana vio un rostro envejecido pero familiar. Se quedó mirando fijamente, olvidando por un momento todo lo que la rodeaba.
Después de un largo tiempo, bajó la ventanilla y contempló ese semblante marcado por la adversidad.
La voz de Susana sonó fría, con una frialdad contenida:
—¿Qué quieres conmigo? ¿Acaso la vida no te va bien, o esa mujer te abandonó y te echó a la calle?
El hombre fuera del auto era David, el padre de Susana.
Años atrás él se había fugado con una acomp