En el espejo, sus miradas se encontraron.
Tras un momento, Aitana asintió:
— Ya estoy lista.
No le contó directamente a Damián la noticia, temiendo alegrarse prematuramente, pero su emoción era evidente, tanto que durante la cena apenas prestó atención mientras comía las empanadas.
Damián le sirvió algunas más:
— Son tus favoritas, come un poco más.
Aitana sonrió ligeramente y bajó la mirada para probarlas.
La esposa de Diego, al ver lo bien que se llevaban, sintió cierta envidia y se dirigió a su hijo Lucas:
— ¿Cuándo vas a traer a Susana y a la niña? Tu padre y yo también queremos mimar a nuestros nietos.
Lucas respondió con voz apagada:
— Si ella no quiere, ¿qué puedo hacer?
La esposa de Diego se impacientó:
— Hasta la mujer más difícil cede ante la insistencia. Deberías aprender de Damián, él tiene experiencia.
Toda la familia cayó en un silencio incómodo.
Diego puso un trozo de carne en el plato de su esposa:
— Come y deja de hablar tanto.
La esposa de Diego protestó:
— Solo le es