Junto con el atardecer anaranjado, todo parecía cálido y difuso, como si por un instante, el pasado y sus heridas nunca hubieran existido.
A través del tenue humo, los ojos de Damián se fijaron intensamente en Aitana:
—Sé que me odias. Sé que quieres recuperar a Mateo, pero eso no es posible.
—Aitana, no es que yo valore más a un hijo que a una hija.
—Mateo es mi vida.
...
¿Por qué?
Porque a Damián solo le quedaba Mateo.
Durante aquellos tres años, Mateo pasó diez meses en una incubadora.
Después del accidente, Damián estuvo postrado en cama durante dos meses. Cuando mejoró ligeramente, trasladó su habitación al hospital donde estaba Mateo. Cada noche, arrastraba su cuerpo destrozado para visitar a su pequeño.
Un brazo no era algo que lamentara perder.
Solo le importaba que Mateo viviera. Solo quería que su Mateo sobreviviera.
Cuando Mateo cumplió diez meses, salió de la incubadora. Damián lo llevó a casa y lo cuidó día tras día, criándolo poco a poco hasta convertirlo en el niño que e