Justo cuando Aitana terminaba de retocarse el maquillaje y se disponía a salir, una persona entró por la puerta, era Mariana.
Las miradas de ambas mujeres se cruzaron en el espejo.
Mariana habló primero: —Tú y Miguel tuvieron una historia, ¿verdad?
Aitana la observó en silencio: —¿Cuál es tu intención al preguntar eso?
Mariana entró con ligereza, abrió el grifo para lavarse las manos y dijo con voz pausada: —No entiendo por qué Damián te eligió a ti. Después de todo, yo soy quien creció como una princesa de noble cuna, mientras que tú solo eres una niña abandonada, criada por recolectores de basura... Seguramente sabes fingir lástima y despertar compasión, pero si Damián conociera tu lado cruel, ¿aún te querría? ¿Seguiría siendo tan bueno contigo?
Aitana creía entender lo que pretendía hacer.
Efectivamente, Mariana se dio una bofetada a sí misma, dejando una marca roja en su pálido rostro.
—Una imagen impactante.
Aitana sonrió levemente: —¿Intentas tenderme una trampa?
Mariana sonrió: