Aitana no huyó. Se acercó a Damián para mirarlo cara a cara.En la noche ventosa, su cabello negro y vestido blanco hacían palidecer los anuncios de neón a su alrededor. Sus labios rojos eran aún más brillantes.
Con voz suave, habló: — ¿Me buscabas? Si es por Esteban, estoy satisfecha. Gracias.
Damián, con mirada profunda: — Me alegra que te guste.
Parecía haber recuperado su antigua compostura, sin rastro de su anterior súplica. Incluso agregó: — Si te parece bien, mañana te enviaré algunos más.
La mirada de Aitana hacia él cambió completamente.
— ¡Está loco!
Esteban, que había disfrutado del espectáculo, abrió la puerta del copiloto del Rolls Royce rosa y gritó a propósito: — ¡Ama, es hora de irnos!
Damián frunció el ceño: — ¿Él te llama ama?
Aitana se acercó al coche, con voz neutral: — ¿Algún problema? Si me place, podría incluso llamarme amor.
Damián guardó silencio, observando cómo el fornido chico que él mismo había elegido subía al Rolls Royce de Aitana, la llevaba a casa y la l