Aitana bajó de la azotea.Aunque Damián había dejado el apartamento impecablemente limpio antes de irse, aún flotaba un ligero aroma de intimidad.
Nieve yacía en el sofá, mirándola con sus ojos negros.
Aitana se acercó y le acarició la cabeza.
Se sentó silenciosamente en el sofá, pensando si debería ir a Roble para descubrir la verdad o elegir ser sorda para siempre.
Media hora después, llamó a Ana: — Resérvame el primer vuelo de mañana a Roble.
Ana estaba sorprendida. La empresa no tenía negocios en Roble.
A las ocho de la mañana, Aitana llegó al aeropuerto de Palmas Doradas.
Mientras esperaba, recibió una llamada de Damián invitándola a cenar. Había reservado el mejor restaurante de la ciudad. Con voz suave, le dijo: — Aitana, hoy es tu cumpleaños.
¿Cumpleaños?
Vagamente recordó que el año anterior, en su cumpleaños, había descubierto la existencia de Lía. Ya había pasado un año.
Sosteniendo el teléfono, respondió suavemente: — Damián, nos vemos esta noche sin falta.
Él estaba obviame