Celia entró a la suite con un vaso de leche, bromeando:
—¡Mejor quédate con Iván! Es muy obediente y parece estar completamente dedicado a ti.
Elia tenía el cabello largo hasta la cintura suelto, recostada en la cabecera hojeando una revista, dijo casualmente:
—No tengo la costumbre de ser una vieja que se come a los jóvenes.
Celia sonrió y a un lado llamó a recepción, pidiendo que enviaran al médico del hotel.
Después de un rato, tocaron la puerta de la suite, pensó que era el doctor.
Pero parada afuera había una mujer de mediana edad desconocida, que parecía una maestra jubilada.
Celia preguntó vacilante:
—¿Usted es...?
La persona afuera era Nadia, con expresión seria:
—Soy la madre de Samuel, quiero ver a la señorita Balmaceda.
Celia maldijo mentalmente, pero aún así fue a informar.
Diez minutos después, Elia se encontró con Nadia en la sala de estar. Esta era la primera vez que se veían formalmente.
Ocho años de relación, pensándolo bien, era realmente ridículo.
Nadia estaba acostu