Capítulo 41

La habitación estaba bañada en una luz blanca que se sentía opresiva, como si el espacio mismo estuviera observándonos. Los documentos, perfectamente alineados sobre la mesa central, parecían burlarse de nuestra presencia. Sabíamos que no serían fáciles de obtener, y menos con Ferri controlando cada movimiento.

De los altavoces volvió a resonar su voz, esta vez más pausada, pero cargada de veneno.

—Luciano, ¿realmente creías que podrías vencerme? Has jugado bien tus cartas, pero olvidaste una regla básica: siempre hay alguien mirando.

Luciano escaneó la sala con los ojos entrecerrados, su postura rígida pero lista para atacar.

—¿Y qué clase de maestro del juego se esconde tras las sombras? —respondió, su voz cargada de desprecio—. Si realmente crees que tienes el control, Ferri, sal y demuéstralo.

Una risa áspera llenó la sala, y de pronto, las paredes comenzaron a moverse. Paneles se deslizaron hacia un lado, revelando monitores que mostraban nuestra ubicación desde distintos ángulos
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