Capítulo trece
Estoy en el auto de ojos azules nuevamente, pero la diferencia es que ahora hay un silencio claramente incómodo, y más cuando aún sigo pensando en lo que me dijo su madre hace minutos.
Bésalo.
Esas palabras no salen de mi mente y se repiten una y otra vez en mi cerebro.
¿Lo hago o no lo hago?
El navegador automático le indica que de la vuelta y solo faltarían dos calles para llegar a mi hogar.
Dulce hogar.
—¿En qué piensas tanto?—frena de repente y mueve el carro hasta a un lado de la carretera algo vacía —¿Y bien? —apaga el motor y gira hacia mí—¿En qué piensas tanto?
Aprieto mi falda y muerdo mis mejillas por dentro.
¿Por qué rayos estoy nerviosa?