CAPÍTULO 242. Una triste promesa.
Capítulo 242
Una triste promesa.
La luz amarillenta se colaba por las persianas como un recordatorio constante de que estaba vivo. De que no murió ahí, bajo esa maquinaria monstruosa que casi le arrancó el aire… y a su hijo. Una irónica prueba de vida que, para Julián, se sentía más como un juicio: ¿Qué harás ahora que sigues aquí?
La mañana entraba por la ventana estrecha con su luz tibia. Un rayo se estrellaba contra la pared blanca y se deslizaba lentamente hasta su cama.
Julián parpadeó hacia ese punto de luz como si fuera demasiado brillante, demasiado puro para lo que estaba sintiendo. Su respiración era pesada, torpe, como si cada inhalación cargara con todo el peso de su culpa.
El monitor que registraba sus signos vitales hacía un sonido suave, casi tranquilizador. Pero él no lo escuchaba. O mejor dicho, no lo sentía como un anuncio de mejoría. Para él era un recordatorio cruel de que su cuerpo estaba vivo… mientras Teresa seguía atrapada.
Giró la cabeza hacia la incubadora c