—Acabas de arruinar mi vida social, ¿lo sabes? —con los brazos cruzados y un puchero en los labios, miraba enojada al castaño que conducía a mi hogar.
Hogar donde me esperaba un padre histérico que ya había alertado a todo su equipo de seguridad para que investigaran quién había sido la persona que intentó atropellarme en la gasolinera.
Genial, otra época de encierro.
Gracias, Alex.
—En otras culturas, cuando una persona salva a otra de un intento de asesinato inminente, por lo general se le da las gracias. —comenta el castaño con tono burlón mientras tomaba el camino hacia la residencia donde vivíamos.
¡Idiota!
—¿Gracias? ¡No voy a agradecerte por arruinarme la vida! —exclamo furiosa, viendo cómo el castaño me miraba a través del retrovisor con una ceja arqueada— No sabes lo que acabas de hacer.
—Le notifiqué a mi jefe que estuvieron a punto de arrollar a su queridísima princesa. Eso forma parte de mi trabajo. —explica, ignorando todo lo que le acababa de decir— Aún sigo debatiéndom